Nunca antes un personaje televisivo causó tanto revuelo por sus atuendos, en una buena y lucrativa manera para los diseñadores. Lo que Carrie usaba en un capítulo -como la flor prendedor que se ponía en sus camisetas y tops-, se vendía como pan caliente a los pocos días, convirtiendo a las espectadoras y fanáticas en auténticas seguidoras de la moda gracias a Bradshaw y Co. Marcas nacientes como Juicy Couture e Immitation of Christ también gozaron de dividendos al vestir a la periodista, la que no podría verse mejor en la figura de Sarah Jessica Parker. Y ese siempre será su mejor y más recordado rol: el de fashion trendsetter.
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